El mundo que no conoces, el de las barras
Por Ricardo Burga
Luis Gamarra es un chico de 21 años, que como muchos otros jóvenes de nuestro país se identifica y apasiona por un equipo de fútbol, por una camiseta, por unos colores que lo identifican. Ríe, ama, siente, se emociona y hasta llora cuando a su amada blanquiazul le va mal en algún encuentro y más si es contra el clásico rival. Como dicen entre ellos “Podemos perder con cualquiera mientras juguemos bien, pero con esas gallinas como sea debemos ganar”. Es lo que nos dice el buen “Luchito” como lo conocen en su barrio y en las tribunas del estadio de Matute, fiel y mudo testigo de todas sus emociones ahí encontradas y todos los gritos de gol realizados.
Quien lo ve en las calles de su distrito, ahí por la calle Santa Cruz en Miraflores, se encuentra con un chico de su casa, tranquilo y muy dedicado a su familia. Un joven universitario de la UTP (Universidad Tecnológica del Perú) donde estudia Ingeniería automotriz en busca de alcanzar los sueños que lo hagan crecer como profesional y como persona, además de encargarse en un futuro del taller que tiene su padre cerca a su casa.
Pero hay algo que lo hace cambiar cada fin de semana, un cambio de actitud, pasa de un estado de ánimo tranquilo y moderado a uno donde la pasión lo hace vivir intensamente durante algo más de 90 minutos gracias al equipo que ama, a sus colores azul y blanco, al Alianza Lima.
Salta, se emociona, alienta, canta, toca el bombo y hace a toda una tribuna vibrar de emoción al ritmo de una canción que enciende su pasión. Y esto es lo que, en nuestro fútbol peruano, muchas veces se confunde con algo más que deporte y es por esto que encontramos, a lo largo de la historia, una serie de hechos violentos que últimamente se han convertido en un problema grave de nuestra sociedad y que ha hecho que las familias peruanas, amantes del fútbol, se terminan alejando de a pocos de nuestros estadios variopintos.
Podríamos remontarnos varias décadas y traer a colación el primer clásico del fútbol peruano, más conocido como el “Clásico de los bastonazos” y es que el clásico es mucho más que un simple partido; es el encuentro de dos historias diferentes, dos estilos, dos pasiones. Alianza Lima y Universitario se han convertido en los actores principales e insustituibles de la rivalidad más grande del fútbol peruano.
GOLPES Y BASTONAZOS
En este primer clásico, la Federación Universitaria venció al equipo de La Victoria por 1-0, sobre este hecho el libro de oro de Alianza Lima publicado con motivo de su centenario narra las acciones de la siguiente manera: “Aquel primer clásico fue ganado 1-0 por el equipo de la Federación Universitaria de Fútbol y el cronista de El Comercio bien pudo envanecerse por sus dotes proféticos: los jugadores de ambos equipos se enfrascaron en una violenta gresca desatada después de constantes acciones bruscas. El partido tuvo que ser suspendido por el árbitro uruguayo Julio Borelli diez minutos antes de cumplirse el tiempo reglamentario, ya que los aliancistas se habían quedado solamente con seis jugadores tras las expulsiones de Miguel Rostaing, Julio Quintana, Alberto Soria, Alejandro Villanueva y Juan Rostaing”.
Sin embargo la historia no quedó simplemente en la cancha, esto se trasladó a las tribunas y la misma fuente describe lo sucedido ese día de la siguiente manera: “La gresca se trasladó a las tribunas de madera del viejo Estadio Nacional, donde los jugadores blanquiazules se trenzaron a golpes con los simpatizantes del equipo universitario -en su mayoría jóvenes de la alta sociedad limeña-, que responden a los cabezazos de los morenos de La Victoria con golpes de bastones (el bastón era, por entonces, un elemento obligado del buen vestir). Aquel primer partido entre aliancistas y universitarios, fue bautizado, por eso, como el “Clásico de los Bastonazos”.
El investigador y sociólogo Aldo Panfichi señala en “Sociología de la violencia en el fútbol peruano” que el deporte del balompié “ha sido una historia de rivalidades entre identidades opuestas” haciendo referencia a dos sectores de nuestra sociedad con similitudes pero a la misma vez con diferencias irreconciliables entre ellos, lo que genera conflictos y violencia entre estos dos sectores.
Panfichi en su libro “Ese gol existe” hace referencia a que una de las tareas más importantes para la existencia social es el fortalecimiento de sentidos de pertenencia cada vez más abstractos y de mayor amplitud que nos permitan entrar en diálogo y reconocimiento con otros que tenemos por distintos.
Pero porque una pasión puede ser tan distante entre grupos de personas, ¿acaso una camiseta vale más que una vida en nuestro país?. Pues sí, para muchos jóvenes que entran a las barras y se sienten identificados con el grupo, poco a poco se convierten en su familia. Tal vez la familia que nunca tuvieron en sus hogares, aquí encuentran a los hermanos que nunca tuvieron,y se llega a identificar tanto, no solo con el equipo sino también con su nueva familia que son capaces de defender a puño limpio a su hermanos, a su camiseta, a sus banderas.
Martín Roldán Ruíz es un ferviente hincha de Alianza Lima y ex dirigente del la barra popular Comando Sur, además de haber publicado su libro llamado Generación Cochebomba, publicó “Este amor no es para cobardes” donde se dedicó a narrar historias que sucedieron y suceden dentro del mundo de las barras, es él quien nos explica el fenómeno de estos grupos desde una mirada más cercana e interna.
“La barra de Alianza se encuentra en todo el Perú e inclusive en el extranjero. Se forma de manera espontánea, los grupos de los diferentes barrios bajan a los partidos con sus banderolas y se hacen conocidos poco a poco”, sostiene.
Además, la dirigencia de la barra del equipo no es elegida democráticamente como lo es, por ejemplo, la barra de la U, o lo era por lo menos, sino que es elegida de manera ‘informal’ o -a dedo- como califica el ex dirigente del Comando Sur.
Cuando le mencionamos directamente sobre estos problemas entre las barras, él nos comenta que “estos son los tiempos más tranquilos que él recuerda, los hinchas han ido entendiendo que deben comportarse de un cierta manera que no dañe la imagen ni reputación del club, además han comprendido que los robos, violencia y peleas solo aleja a las familias de los estadios y esto daña económicamente a la institución”.
El Comando asume cierta responsabilidad por los hechos que ocurren dentro del estadio. “Nosotros nos hacemos responsables de la tribunas, lo que sucede en los barrios no nos compete”, manifiesta cuando le mencionamos sobre las medidas de la policía y del ex ministro Urresti cuando decidió no dar garantías para los partidos de fútbol. Y esto se da en ambos bandos nos confirma un barrista de Universitario quien dentro de la Trinchera Norte se asumió hace algún tiempo la “autodefensa” del hincha crema, castigando a aquel que robe, insulte o golpee a algún otro hincha dentro de la tribuna. De esta manera se estaban evitando ciertos momentos de tensión dentro de esta barra, aunque en las últimas semanas ha existido un resquebrajamiento de las relaciones entre dos bandos mayoritarios de la barra popular del club crema.
La violencia manifestada en los grupos conocidos como “barras bravas” es solo parte del reflejo de la que se vive en nuestra sociedad. La violencia no distingue entre sexo y clase social y sería tonto creer que ella nace y muere dentro de las barras, pues la raíz es más profunda y delicada. Para conocerlas es importante saber cuál es la forma de pensar de las personas que pertenecen a ellas.
La camiseta ha pasado a convertirse en muchos casos en esa amante que enloquece a muchos, que termina envolviendo a jóvenes y no tan jóvenes en una pasión descontrolada que ha llevado a varios a la locura. ¿Es que acaso el amor puede llevar a matar?
Desde ya hace varias décadas podemos contar testimonios de víctimas de este amor muchas veces incomprendido. En varios casos, las víctimas han sido personas que nada tenían que ver con la violencia que se vivía cerca a ellos.
Para ir entrando en contexto podemos citar algunos ejemplos de hechos donde tuvimos que lamentar alguna vida humana o como lo ocurrido en el año 2007 en el encuentro amistoso entre Universitario de Deportes y Sport Boys realizado en el estadio monumental. En medio del partido las rejas que dividen las tribunas de norte con occidente son abiertas, permitiendo así el pase de los hinchas cremas a la tribuna de occidente. Y Cuando todos esperaban que la otra reja, que dividía occidente de sur se encuentre cerrada, lastimosa y misteriosamente, la reja también fue abierta luego de un pequeño forcejeo, y los hinchas merengues alcanzaron a los rosados en lo que fue, seguramente hasta esa fecha, el hecho más bochornoso en dicho estadio.
En septiembre del 2011, el Perú fue conmovido por la muerte de Walter Oyarce Domínguez, un joven de 23 años que había ido a alentar a Alianza Lima, equipo del que él era hincha, el cual jugaba con Universitario, su eterno rival. La tragedia comenzó cuando, al finalizar el partido unos barristas invadieron el palco en el que Oyarce se encontraba y, tras una breve discusión, Walter fue lanzado del palco al piso de concreto del estadio falleciendo casi instantáneamente. Los responsables de esta muerte violenta fueron dos barritas conocidos como “loco David” y “Cholo Payet” quienes ahora están bajo la pena más alta para este tipo de sucesos que es de 35 años de prisión. (Así fue la muerte de Walter Oyarce https://www.youtube.com/watch?v=dNfWnYNpsFA)
Walter Oyarce Delgado, padre del joven víctima de la violencia, ha decidido hacer que la muerte de su hijo cobre valor, y es por ello que ahora gratuitamente hace, organiza y participa en charlas y conversatorios, en los cuales presenta propuestas y soluciones para eliminar la violencia en el fútbol. Es consciente que la violencia tiene un origen más profundo pero tiene la esperanza de que todo eso cambie “Los jóvenes van a salvar al Perú asumiendo el rol que les corresponde. Si bien es cierto que son jóvenes, ellos pueden cambiar su mentalidad. ¿Cómo van a cambiar los jóvenes? tomando conciencia comenta. Es por ello que Oyarce Delgado busca unirse con los clubes deportivos con el fin de tener conversatorios con los hinchas y barristas para que juntos, puedan trabajar en contra de la violencia en el fútbol; sin embargo, cuenta, a los clubes no les interesan estos temas. La fuerza del cambio está en cambiar a los líderes y ellos se van a encargar de hacer el trabajo, igualmente en las barras.
¿Pero de qué manera pudiera trabajarse con barristas que ya conviven con la violencia? En primer lugar, ellos tienen que arrepentirse de lo que han hecho, porque si no es perder el tiempo. El proceso de cambio tiene varias etapas: Primero es tomar conciencia de su realidad, cuando han tomado conciencia de la realidad, tú mismo vas a propiciar un cambio y para ello lo que se tiene que hacer es buscar una referencia, una vida que te guíe como Mandela, Gandhi, hay varios personajes a los que se puede mirar y buscar el cambio. Tiene que haber mucha persistencia, ahí es muy importante los referentes. Debemos de tener referentes positivos, porque si nosotros buscamos referentes negativos, estamos haciendo que la conciencia se duerma, una conciencia equivocada.
Anteriormente, cuenta Oyarce, él era indiferente ante la violencia de las barras, y menospreció a las personas que participaban en estas, quienes luego terminaron afectándolo “cuando eres indiferente al dolor de terceres, primero te conviertes en cómplice y luego pasas a ser una víctima” dice con certeza, pues su indiferencia tuvo que cambiar el día que su único hijo hombre murió a causa de unos barristas. “Cuando estuve frente al cadáver de Walter, yo le prometí que daría valor a su muerte”.
CIFRAS
Según un informe de la DIDP (Departamento de Investigación y Documentación Parlamentaria) realizado en el 2010, el 79% de limeños y el 65% de provincianos sostienen que no es seguro asistir a un partido de primera división. Además, el 92% y el 72% de los mismos han visto y/o experimentado actos de violencia dentro o en los alrededores del estadio.
Eduardo Pérez Rocha, ex secretario técnico del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (Conasec), informó que hasta el año pasado, en 42 distritos de Lima y 7 del Callao se descubrió que existen 22 mil pandilleros en 410 grupos de los tipos barrial, deportiva y escolar.
En el Plan Nacional de Seguridad del Ministerio del Interior se señala que una de las metas para acabar con la violencia es el inicio de programas a nivel provincial y distrital para que los jóvenes de las pandillas y barras bravas exploten su potencial en los negocios y talentos.
La rivalidad siempre existirá en el fútbol. Pero acaso se debe dejar que nuestros estadios sigan siendo testigos de hechos de sangre y dolor. ¿Qué se puede hacer? Aldo Panfichi recuerda que las barras bravas son integradas, en su mayoría, por jóvenes pobres y excluidos, por lo que la solución tiene que venir de políticas públicas dirigidas a líderes territoriales y fomentar y resaltar a los buenos barristas, pues no todos los que alientan a sus equipos son malos. Hay gente profesional, trabajadora y a ellos hay que ponerlos como ejemplo en las barras.
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En este blog buscamos historias de éxito de peruanos desconocidos.